lunes, 29 de julio de 2013

Sobre el método educativo en Ricardo Mella


Una de los temas principales que se pueden encontrar en la lectura de los textos de Mella son los que se relacionan con el método que propone, no tan sólo como aplicable a una posible escuela anarquista, dentro de todas las implicancias y críticas que se pueda decir a esto, si no en la acción y vivencia cotidiana. Es allí, en el día a día, donde un verdadero método crítico podría contribuir a construir algo nuevo y derrumbar los viejos muros que nos oprimen. Si entendemos la educación como un proceso permanente, parece que el camino de esta reflexión se relaciona profundamente con lo que tal autor postuló.

Un primer punto a considerar, se relaciona con su postura frente a la enseñanza. Para Mella, enseñar no es más que adoctrinar. En sus escritos y ensayos, se posiciona de manera contraria a otros pedagogos españoles como Ferrer y Guardia. Para este último, la educación debía contribuir a una formación política del sujeto, no de manera impuesta en teoría, si no de permitir la formación de un sujeto que pudiera hacer la revolución. Para Mella, aquella idea está totalmente errada ya que simplemente se volvería a repetir el proceso que la Iglesia y el Estado daban en las escuelas. Se adoctrina, ya no hacia Dios, las escrituras o el derecho, si no para la formación de una masa revolucionaria útil, llámese socialista o anarquista.

A diferencia del concepto de enseñanza, menciona el de explicar. La explicación no conllevaría a un adoctrinamiento, ya que simplemente cumple una función de presentar las ideas, teorías, el conocimiento en general y deja a decisión del estudiante cuales son los elementos que tomará para sí y para su percepción crítica de la realidad. Frente a esto surgen dos reflexiones al respecto. La primera, es el papel activo que posee el estudiante frente al proceso educativo, se hacen participes de él niños y niñas al no ser considerados como sujetos moldeables a gusto de los maestros. Sin embargo, se plantea una situación compleja al respecto, y sobre esto trata la segunda reflexión. Acaso podemos dejar un grado tal de libertad sobre las concepciones de la ciencia de tal forma que podríamos terminar formando sujetos totalmente distintos a lo que se hubiera esperado en primera instancia. La praxis libertaria siempre ha considerado la abolición de las estructuras alineantes para conseguir una sociedad futura basada en principios como la solaridad, autogestión y apoyo mutuo. Por esto, si a niñas y niños simplemente son dejados a la deriva, puede que desarrollen conductas poco conectadas con su entorno.

El tema anterior tiene una complejidad mayor aún de la que se ha podido desarrollar. Tampoco se ha querido dar una respuesta cerrada a ese tema, sino todo lo contrario, es necesario profundizar aún más, pero no desde la teoría abstracta y sin empatía con los actores, el pilar de tales respuestas debe ser la práctica misma.

En el ensayo “Cómo se Afirma un Método”[1], Mella plantea la tesis sobre que un método realmente liberador en el sentido en el cual hemos estado hablando es a partir de una crítica constante a partir de la acción y la experiencia. Es allí, donde podemos observar y darnos cuenta sobre como nuestras ideas, cosmovisiones, teorías, son realmente útiles o no.

Dentro de sus escritos, y profundizando aún más con lo anterior. Mella nos habla sobre como existe una aceptación ciega frente a varios principios científicos y una confianza peligrosa con respecto a la razón. Desde una postura individualista, en el sentido de que la primera liberación es individual, establece que no es posible que afirmemos que podemos construir una sociedad diferente al tener aquellos principios en un altar. En otras palabras, frente a su propuesta, debemos considerar que no deben existir dogmas en ningún ámbito en el plano del conocimiento científico o en el ideológico.

“Somos ricos en palabras y en ideas. Seamos ricos en hechos, que es así como mejor se afirma el ideal.”[2]

Con la cita anterior, con la cual termina el ensayo citado, se entiende el sentido de sus palabras. La idea de que la acción, la praxis debe ser lo que sustente nuestros ideales es un llamado que encontramos en varios de los anarquista más clásicos. Por ejemplo, tanto Bakunin como Kropotkin abogaron por lograr una situación similar.

Para Mella, todas las creencias, al entender su método a partir de la acción, se derrumbarían, ya que no poseen ningún sustento real. Su propuesta se entiende aún más si se observa su postulado respecto a las rutinas alineantes. La repetición provoca un estado de aceptación y sumisión frente a los principios que crítica, además crean a un sujeto el cual no es capaz de lograr romper realmente con las cadenas que lo mantienen atrapado. La propuesta es conseguir romper de manera real con tales prisiones mentales. La rutina repetida hasta el cansancio logra entrar en la forma de pensar de los sujetos, en su forma de actuar y sentir la realidad, castrando todas sus habilidades creativas.

Esto último se complementa con el primer tema tratado, cuando hablamos de que no debemos dogmatizar a las niñas ni a los niños, no tan sólo con respecto al conocimiento sino con la forma de ver y entender el mundo, se está poniendo énfasis en una experimentación constante y crítica, en que la acción sea la que guíe los ideales.

Tal propuesta puede llegar a convertirse en un arma de doble filo. No se encuentran objeciones a la hora de considerar la praxis como motor de las ideas de mundo del sujeto. El problema está cuando se destruyen todas las concepciones en pos de emancipar la forma de pensar y no se logra encontrar ningún piso o sustento real para ello. En otras palabras, tanto la mujer como el hombre han nacido en este sistema, el cual los oprime y los dogmatiza. La propuesta que nos plantea una liberación inmediata no puede ser aplicada enseguida por la misma naturaleza de los sujetos que intentarían tal situación.

En otras palabras más claras, la dificultad es sobre si un sujeto tan inmerso en las rutinas, en los modos de pensar y plantearse frente al día a día y en la acción que conlleva esto, puede realmente llegar a liberarse por sí mismo, de un momento a otro. Podrían acaso abolirse las condiciones de machismo, racismo, violencia, explotación, de un momento a otro.

Si consideramos que la educación no debe ser dogmatizante, entonces el estudiante elaborará su propia forma de entender su liberación, pero aquella liberación no estará completa a menos que ocurra una transformación profunda de las condiciones actuales de la sociedad. Por lo tanto, tal liberación, en cierto sentido está limitada al desarrollo del mismo proceso en las demás personas, o por lo menos hasta allí se logra vislumbrar en estos momentos.

Ya hemos hablado sobre dos puntos sobre el método propuesto en Mella. La primera se relacionaba con la no dogmatización de los estudiantes y la segunda con que los hechos son los que nos permiten construir realmente, deconstruir o quizás destruir la situación enajenante que ha provocado el modo de existencia que llevamos. Ahora, aparece un nuevo punto con el cual discutir y reflexionar y se refiere con el rol de los intelectuales y los denominados “ignorantes”, esto tanto en la sociedad como en la educación.

Mella, entiende que la educación debe ayudar y no dirigir a las capas menos instruidas de la sociedad. Entendiendo en dicho proceso, el quiebre radical de las burbujas en las cuales se ha encerrado el conocimiento y la academia. Aquello, no solamente tiene que estar acompañado de que las y los trabajadores y sus familias puedan conseguir dicho conocimiento y utilizarlos para su propia emancipación. También, deben crearse condiciones que eliminen las necesidades que estos hermanos sufren. Si se termina con el hambre, el frío, la mala salud y la mala calidad de las viviendas, podemos hablar entonces, de que la educación tomaría un rol aún más potente.

La crítica frente hacia estos sujetos que podríamos llamar como los “grandes intelectuales”, son quienes se han encargado de legitimar y promover la explotación del hombre por el hombre que caracteriza al sistema capitalista. No tan sólo por el hecho de tener el conocimiento, si no por diferenciarse de un trabajador común y corriente. La burguesía logró con su desarrolló que sus miembros más ilustrados fueran vistos como sabios y como superiores, entendiendo entonces, que el trabajo intelectual es más importante e incluso de mayor calidad que el trabajo artesanal.

Por lo anterior, y de allí una primera reflexión considerando el tema educativo que nos compete en este momento. Una nueva propuesta hacia un método liberador sería terminar con dicha división que poco realmente aporta a la construcción de una sociedad libre. Inclusive otros autores anarquistas, como Kropotkin, proponen una educación tanto en el ámbito intelectual, como el aprendizaje de un oficio, el cual permite al sujeto conocer y desarrollarse de acuerdo a sus propios intereses y al mismo tiempo contribuir de acuerdo a sus capacidades a la satisfacción de las necesidades humanas.

¿Ha sido acaso el conocimiento de los sabios, una fuerza separadora de la humanidad? No tan solo eso, ¿acaso entre las filas de que aclaman por la revolución no encontramos situaciones que reproducen los anterior? Y en el plano educativo a grandes rasgos ¿No han sido tantos los que han propuesto en el plano de la educación, dentro de la definición que se dio en un comienzo, la liberación real y concreta de los sujetos por medio de sus métodos?

Con respecto a esta última idea, se observa que el mismo sistema estatista y capitalista ofrece la posibilidad tanto a mujeres como hombres de ser libres, de poder desarrollarse junto a sus pares y ser seres íntegros. Tal promesa, también ha sido repetida de manera casi rutinaria por sujetos que promueven cambios en la sociedad, estos ya sean simples reformista o radicales revolucionarios. El punto con respecto a esto último es que debemos comenzar a pensar si realmente alguien externo a mí puede llevar a cabo mi propio proceso emancipatorio, lo que no conlleva a que sea totalmente individual y en una especie de cuarentena. Sin embargo, ha sido esa misma promesa la cual mantiene la misma dominación en las salas de clases, dando una participación a los estudiantes y creando un sujeto, el profesor, que se ha convertido en una figura completamente diferente al que en teoría es, un carcelero, una niñera, un juez, un cura.

Puede que se nos hable demasiado de la liberad. Pero, se nos ha dicho bastante, por ejemplo, que en la Edad Media era la Iglesia quien poseía todo el conocimiento y no permitía que esta saliera para toda la sociedad. Habría que preguntarse qué ha pasado entonces. Y más aún si la libertad prometida realmente se ha cumplido.

Si creemos en una educación que permite al sujeto desarrollarse en pos de la libertad, se pueden considerar dos grandes conclusiones respecto a la reflexión de la propuesta de método de Ricardo Mella.

No podemos pensar que existe una receta aplicable a todos los sujetos y todos los contextos, más aún, que debe ser ideada por un montón de sabiondos en una cúpula intelectual bajo cuatro paredes. Las recetas deben ser discutidas, debatidas, cambiadas, transformadas, por todos los actores que están involucrados en el proceso, poniendo como énfasis el interés de ellos en el proceso y en que la acción y la crítica constante permiten construir algo distinto.

Así mismo, las necesidades reales de la sociedad actual, no las dadas y creadas por los medios masivos de comunicación y las instituciones, como el consumismo exacerbado, deben ser suplidas. Y no debe dejarse de lado que es necesario una transformación profunda de la forma en que vivimos, si no tal educación liberadora se transforma en una buena experiencia hasta que finalmente caemos de todas formas en el sistema laboral, en las jornadas, la rutina, el estrés y la depresión que caracteriza nuestra sociedad actual.

Finalmente, es posible considerar que lo anterior siempre está puesto y dispuesto a discusión y desarrollo más profundo, entendiendo que las respuestas no son cerradas ni absolutas. Y que estas deberían permitirnos en un trabajo diario el desarrollo de nuevas propuestas tanto para la educación como para la autogestión de todos los ámbitos de nuestras vidas. Probablemente, la curiosidad y la experiencia sean los motores de muchos métodos educativos que se propongan una liberación real de quienes participen en él. Y si acaso volvemos al punto inicial, de que la educación es para toda la vida, aquello significaría aún más, una sociedad que se encuentre en constante crítica y experimentación para lograr una construcción de un modo de vida distinto.




[1] Acción Libertaria, núm. 20, Madrid, 3 octubre 1913


[2] Idem.

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