John Holt, profesor de la “Harvard Graduate School”, debe ser incluido en el movimiento de la crítica a la escuela, como institución educadora, tanto por la temática que aborda en sus artículos y ensayos, publicados durante la década de los sesenta.
Su opinión sobre la nueva escuela se resume en estas
palabras: “El dejar que cada niñ@ fuese el/la planificador/a, director/a y
asesor/a de su propia educación; el de, con la inspiración y guía de personas
de mayor experiencia y pericia, y con toda la ayuda que solicitara, permitirle
y estimularle a que decida lo que quiere aprender, cuándo y cómo quiere
aprenderlo y hasta qué punto lo está aprendiendo bien. Consistiría en
transformar nuestras escuelas de lo que son actualmente, esto es, cárceles para
niñ@s , en una fuente de aprendizaje libre e independiente, que cualquier
persona de la comunidad, de la edad que fuere, podría utilizar en la medida que
quisiera”.
La educación, algo
que cada un@ ha de conseguir por sí mism@, es todo aquello que
contribuye a aumentar la comprensión del
mundo y la capacidad propia de desarrollo y placer, y a adquirir libertad,
dignidad y valía personales en el contexto en que vive. La auténtica educación,
supone para la persona:
-
Mayor comprensión del mundo
-
Mayor desarrollo de su propia personalidad.
-
Posibilidad de encontrar un trabajo para poder abordar los problemas
reales del mundo en que vive y servir a la causa de la Humanidad.
De acuerdo con estos objetivos, la escuela debería
“transmitirles” a l@s niñ@s las tradiciones y valores superiores de
nuestra propia cultura, familiarizarse con su mundo entorno y preparad@s para el trabajo”..Las escuelas no realizan bien ninguna de estas funciones.
Hay que convertir el aula en algo diferente, en “un lugar distinto”
En las aulas hay aún crueldad, aunque no se muestre
por la violencia física; al menos con ésta el alumnado advertiría el daño y al
causante del mismo, y procuraría, por tanto, defenderse o corregirse de algún
modo:”pero l@s niñ@s no pueden defenderse,
ni lo hacen, contra la mayor parte del daño que se les infringe en las
escuelas, porque desconocen lo que se les está haciendo o quienes lo hace, o
porque, aunque lo conozcan, creen que se hacen personas afables por su propio
bien” Y este mal se inicia con la actitud del alumnado, que ante la amenaza y
al no bien interpretado respeto al saber y al maestr@ , aprenden que no valen
para nada, que no son dignos de
confianza, que sólo sirven para obedecer órdenes y que están expuestos, como
una hoja blanca, a que otr@s “escriban”
en él/ella y l@s moldeen “sin ninguna
posibilidad de averiguar cómo son, y de
desarrollar su personalidad cualquiera que ésta sea”, aceptando la evaluación
que de él/ella hacen l@s adult@s , y la
crueldad llega hasta considerar estupidez e incapacidad de aprender lo que es
inteligencia, vivacidad e ingeniosidad del alumnado.
Otro síntoma de la enfermedad de la escuela, es el
sentido de competitividad o de lucha para alcanzar un mayor prestigio,
no tanto por una mejor formación del alumnado cuanto por la buena fama de la Institución; las
puntuaciones sobresalientes de l@s alumn@s
, sobre todo a nivel de estudios superiores y secundarios, son
“rentables” para el centro de enseñanza en el aspecto académico y científico,
en el prestigio social, en la influencia a nivel político y económico.
En la escuela actual el profesorado lleva siempre
“la voz cantante”, es decir, “hablan demasiado”. Y lo hacen no sólo en la
lección magistral, sino también en las discusiones suscitadas en la clase en
torno a un tema determinado, dominando a tod@s
l@s interlocutor@s y diciendo siempre “la primera y última
palabra”; es una escuela de monólogos, y de silencios: el alumnado se habitúa a
“desconectar”, total o parcialmente, su atención a lo que el profesorado dice, hasta el punto que
llegan a olvidar cómo volver a” conectarse” y prestar atención; cuando el
profesorado no deja hablar, l@s escolares no pueden callar...”el auténtico aprendizaje se produce
sólo cuando el/la que aprende desempeña un doble papel, cuando es al mismo
tiempo alumn@ y profesor/a, actuante y crític@, oyente y hablante”.
El examen constituye otro factor negativo en el
quehacer docente-discente.El examen favorece al alumn@ list@ , “rápid@”
adivinador/a, astut@... Y deja en desventaja al que trabaja menos rápidamente o
de forma más concienzuda. La experiencia demuestra que las buenas
calificaciones no garantizan la mejor formación del alumnado; de ahí que uno de
los mayores perjuicios que el sistema de exámenes puede acarrear a l@s niñ@s
es negarles “la posibilidad de juzgar la validez de su propio trabajo”.
Contribuye también al fracaso de la escuela actual,
la asistencia obligatoria que exige al alumnado la permanencia tediosa entre
cuatro paredes, que significan amenaza, represión, constreñimiento de límites,
claustrofobia...sentimientos contra la libertad.
John Holt va denunciando en su análisis de la
escuela, los graves defectos o excesos que la condenan como lugar y ocasión,
propicios para la “des-educación” de l@s
niñ@s por vía de competitividad,
de exámenes., de ordenamiento rígido, de monólogos magistrales, de aprendizaje
repetitivo y mecánico. Todo ello mina los cimientos de la auténtica educación
para atentar a los dos grandes principios del hacer escolar: la libertad y la comunicación.
La auténtica educación se mueve en las coordenadas
de la individualidad personal y de la convivencia social: paz, lucha contra el racismo, el trabajo y el
ocio, el cuidado del medio ambiente, la libertad.
El “quid” de la cuestión educativa es precisamente que el hombre y la mujer lleguen
a ser y vivir en libertad por medio de
la educación, Pero “ser libre” y “educarse para la libertad” no pueden ser
simplemente “slogans”, cada día más repetidos, sino vivencias auténticas que se
experimentan en todo momento, y de las que es consciente el propio
sujeto..”todo aquello que hagan a las personas sentirse menos libres, disminuye
y amenaza la libertad”.
Fuente: https://www.paideiaescuelalibre.org
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